Mi pasión por las prendas estructuradas y minimalistas, sobre todo las que combinan la sencillez del exterior con una construcción compleja y meticulosa en el interior, procede de mi amor por Balenciaga y su dominio del volumen y la forma. Mi fijación por las prendas de una sola costura o de una sola pieza refleja mi aprecio tanto por su precisión como por el arte de sus diseños.

Siempre estoy aprendiendo, incluso cuando no lo intento. Creo firmemente que lo más valioso que se puede aprender suelen ser las pequeñas cosas que se transmiten de una persona a otra, como la experiencia que puede compartir alguien que ha dedicado toda su vida a un oficio. Pequeños secretos, como una forma especial de acabar un dobladillo o poner boca abajo un dibujo para ver qué falla. Por eso siempre estoy deseando compartir momentos e intentar aprender de cada persona que conozco. Supongo que por eso me encantan los retos y me atraen especialmente las prendas o los patrones intrincados y complejos, ya que los veo como oportunidades para crecer.

La moda no es sólo hacer ropa, sobre todo ahora, que tantos oficios se han perdido o han sido sustituidos por métodos más baratos, fáciles u inteligentes. La moda es, y espero que siga siendo, un instrumento para contar historias. Muestra al mundo quién eres o quién quieres ser, más allá de servir a un propósito, ha cambiado muchas historias y forjado muchas más. Como en "El vestido nuevo del emperador", puede ser el centro de una historia o la falta de una, como un extra en una película. Por eso hago ropa, quiero materializar las historias que escucho, y espero que creen otras nuevas con las personas que la llevan. Hay muchos momentos preciosos en los que me encantaría poder participar a través de mi ropa. Igual que las historias de la tía Josefa viven a través de mí.